Sus
padres, dándose cuenta de la importancia de la cultura, sentaron las bases para
que sus descendientes cultivasen las letras. Con su actitud protectora de
humanismo contribuyeron a que cuando Jerónimo Münster, en 1495, visitara la
corte de Madrid, observase que se despertaban las humanidades en toda España, y
que los que pretendieran entrar en la Corte Real necesitasen una vasta y
profunda educación.
Una de las
aspirantes a la Corte fue Leonor, y en 1491 la encontramos como dama de su
Alteza, la Reina Doña Isabel. La convivencia sucesiva con la Reina permite
probablemente a Leonor forjar con ella una fuerte amistad y conocer de sus
propios labios, la estrecha relación que ésta mantuvo con su amiga Beatriz de
Silva, fallecida por las fechas en que Leonor se incorpora a la Corte.
Amistad,
afecto y respeto que la Reina Isabel la católica mantuvo con la Fundadora de la
Orden Concepcionista, permitieron a Leonor de Quiñones conocer las virtudes que
adornaron la vida de la “Bella Portuguesa”, Beatriz de Silva, y que
probablemente influyeron cuando en 1499 la Reina Isabel parte de Madrid, y
algunas de sus damas piden licencia para ir a sus casas, entre ellas, la propia
Leonor de Quiñones, que se encontraba enferma.
Por
codicilo de su madre, Doña Juana, deja a Leonor, su hija, toda su herencia,
para fundar en su Casa Palacio de León en 1515, un Convento dedicado a María
Inmaculada, por la entrañable devoción y amor que rendía a la Madre de Dios. Le
ayudan en esta empresa su hermana Francisca, que será la primera Abadesa del
nuevo Convento y que desde este momento de la fundación hasta 1550, en la
Concepción de León se hallaría siempre una hija del respectivo titular del
condado de Luna.
Uno de sus
hermanos, el Padre Francisco de los Ángeles Quiñones, que llegará a ser
Ministro General de la Orden Franciscana y más tarde Cardenal de la Santa
Iglesia Romana, ayudará considerablemente a su hermana Leonor. En el año 1510,
siendo Provincial de Castilla, juntamente con el Cardenal Cisneros, dos
importantes columnas franciscanas de la Iglesia española del momento, unen sus
esfuerzos para elaborar la Regla que tenemos las Concepcionistas y obtener del
Papa la aprobación de nuevas constituciones.
El
Cardenal Quiñones, dándose cuenta de la gran veneración que sus contemporáneos
leoneses profesaban a las reliquias y objetos de culto, envió a León,
procedentes de Roma, diversas reliquias, y obtuvo del Papa, para este
Monasterio e Iglesia, Bulas, indulgencias y privilegios.
En este
ambiente de piedad mariano nació el Convento de Concepcionistas de León, y en
esta misma línea seguimos hoy rogando por el mismo fin que lo fundó Leonor de
Quiñones, nuestra Fundadora: Que España siempre se conserve cristiana y por
tanto Mariana
A finales
del S. XV (1471) en nuestra noble ciudad de León, de la Familia
Quiñones-Enríquez, Condes de Luna, nace Leonor.
La niñez y
los primeros años de la joven Leonor transcurren en León, bien en las casas que
su padre posee en la ciudad o en los castillos de Luna, Laguna de Negrillos y
Benavides, ubicados en los lugares claves de su señorío. Leonor y sus ocho
hermanos reciben una educación esmerada, como corresponde a su ilustre
apellido, y ante todo una formación netamente cristiana
Sus
estudios no le impedían corretear por los bellos rincones que ya en aquel
entonces configuraban nuestra entrañable ciudad: la plaza acogedora situada
enfrente del Palacio de sus padres, y no lejana de la Iglesia de San Martín; la
iglesia contigua de Palat, las calles estrechas de Azabachería, Platerías o la
gran Rúa fueron escenario de sus juegos.
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