El convento fue fundado en el siglo XIII, poco después de la conquista de Sevilla por Fernando III. Desde sus inicios, acogió a monjas de la Orden de San Agustín, quienes establecieron una comunidad dedicada a la oración y la vida contemplativa. A lo largo de los años, el convento ha sido testigo de la evolución de la ciudad, resistiendo el paso del tiempo y manteniendo su esencia espiritual intacta.

Uno de los tesoros más importantes del convento es su iglesia, un espacio de profunda espiritualidad que alberga imágenes y retablos de gran valor artístico. Además, el monasterio ha sido guardián de una de las tradiciones más dulces de Sevilla: la elaboración de las Yemas de San Leandro, un legado gastronómico que ha sido transmitido de generación en generación.

El convento es lugar de peregrinación para los devotos de Santa Rita de Casia, Patrona de lo imposible, cuya festividad es el día 22 de mayo, aunque el convento la recuerda todos los días 22 del año, en que se acercan todos los devotos que le han solicitado una promesa. Tras el milagro de las Rosas, cuando en pleno invierno, santa Rita, estando  enferma, pidió una rosa, y una vez conseguida, mejoró su salud. Es tradición traerle rosas, tras bendecirlas, se llevan a Casa donde se guardan secas, antiguamente se comían. 

Las monjas agustinas del Convento de San Leandro llevan una vida de clausura y contemplación, siguiendo la regla de San Agustín: "Tened una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios". Su día a día se organiza en torno a la oración, el trabajo manual y la vida comunitaria, manteniendo una rutina marcada por la espiritualidad y el recogimiento